Descripción
Descripción
Hacia las diez de la noche se recibió una llamada en la redacción del diario Egin en la que se decía que el doctor Ramiro Carasa “había sido ejecutado después de interrogarle” y que su cadáver estaba en un monte entre Urnieta y Andoain. Los periodistas de Egin avisaron a la Policía, se acercaron al lugar y localizaron el cuerpo antes que los agentes. El cadáver presentaba signos de haber sido torturado: tenía las manos atadas en la espalda, un gran hematoma en el ojo, una fractura en el cráneo y cinco tiros en la cabeza. El doctor Carasa, de 38 años, era traumatólogo en el Hospital Nuestra Señora de Aránzazu. Días antes de su asesinato circularon rumores en los que se le acusaba de haber negado la asistencia médica a un etarra herido en un atentado en el restaurante Rancho Chileno, en el que resultaron muertas tres personas. El Colegio de Médicos desmintió esta información, pero ya era demasiado tarde.